El Mal se vuelve símbolo.
“En primer lugar existió el CAOS”. Hesíodo,
Teogonía.
"Dios es el horror en mí de lo que
fue, de lo que es y de lo que será tan
HORRIBLE que a toda costa debería
negar y gritar con todas mis fuerzas
que niego que eso fue, que eso es,
o que eso será, pero mentiría." Georges Bataille, Mi Madre.
"Dios es el horror en mí de lo que
fue, de lo que es y de lo que será tan
HORRIBLE que a toda costa debería
negar y gritar con todas mis fuerzas
que niego que eso fue, que eso es,
o que eso será, pero mentiría." Georges Bataille, Mi Madre.
<<Ni al sol y ni a la muerte se los puede mirar fijamente>>, decía Francois de La Rochefoucauld. La
misma metáfora puede aplicarse a todo lo partícipe de lo no-humano (lo amoral),
incluyendo a la imagen que proyecta el espejo del hombre (su reflejo deshumanizado). Es necesario, para
captar una noche que podría sernos destructiva, reducirla a un punto de luz.
Darle forma al CAOS, ese gran bostezo que engendró, desde sus entrañas, el
rostro del mal.
¿Cómo concebir tanta maldad?
Imposible. La fuerza pura que significa el horror se hace coherente mediante el
símbolo, el sueño o la ficción. Son los únicos idiomas con los que podemos
tolerar y entender la crueldad de su música. El mal, con voz radioactiva, sólo habla en poesía.
Gotta Ligth?
El universo sólo nos es pensable
si lo reducimos a un principio ético. Un universo indiferente nos resulta, simplemente, inconcebible. Esta explicación es un esbozo burdo de lo que
exploró Macedonio Fernandez en Tantalia. Allí, un hombre ingenia suplicios tremebundos destinados a un trébol. Desea, provocándole el mal absoluto, tender la balanza del SER hacia la NADA. La obsesión del protagonista por transgredir
los límites éticos que imponemos al cosmos -en un desesperado anhelo por la
nada- tiene por supuesto la imposibilidad de un universo adverso. Por
contrario, su deseo (¡tan humano!) es un universo
bueno, un universo víctima. Torturar a una planta, el ser más indefenso por excelencia,
significa reducir el cosmos éticamente a su absurdo y eliminarlo. Siempre y cuando el universo esté regido por la corona de la ética. Pero el abismo jamás ha conocido ley, y a la torva vista de la crueldad le devuelve la mirada*. Si vamos más allá, esa sensación temblorosa de lo ‘inconcebible’ -moralmente hablando- que
el cuento de Macedonio plasma como NADA (en vez del SER), es precisamente el
límite de nuestra cordura. Más allá se encuentra lo desconocido. Profundidades
a las que ningún mortal -sólo acariciadas por la horrible y valiente (ir)razón de
Sade-, se atrevió a explorar. Eso desconocido, de ser captado directamente, nos fulminaría y nos dejaría a oscuras, en la misma NADA que nos imaginamos. Llamo a ese espacio de posibilidad CAOS.
El CAOS debe ser traducido a términos morales para que podamos tolerarlo. Pero ¿como hacer de lo insoportable soportable? Así como el dolor precisa del grito (sin estar naturalmente relacionado a él) para hacerse llevadero, la ficción es la expresión clave para la comprensión del universo, de nuestro universo. La luz y la oscuridad usan sus propias máscaras, y tienen sus propios teatros. Por un lado, en una sala roja y oscura, viven aquellos impulsos horrorosos y malignos que forman una potencia fundamental del ser.
Pero no son los únicos. Si el mundo fuera puro mal, nos sería igualmente inaprensible, y caeríamos
necesariamente en la nada CAÓTICA que mencionamos. Seríamos espíritus errantes, desconocedores de las suaves caricias de la moral; leones devorando la dulce médula de un búfalo. No. Para que haya una
tensión entre la vida y la muerte, entre el ser y la nada, entre el bien y el
mal, entre la luz y la oscuridad, se necesita precisamente un equilibrio. Ese
equilibrio puede ser armónico, pero ello no niega la sangrienta lucha, el
constante combate entre las personificaciones de el halo y la penumbra. Horror y oro
se entrelazan.
Nace LAURA.
La Bomba Atómica.
"Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos." Robert Openheimer.
-Flashback- 1945, desierto de
Arizona.
Se produce un suceso a gran
escala. Un acontecimiento titánico, digno de ser escrito en la historia del cosmos. La bomba atómica significa una ruptura
de los estándares morales que hasta entonces veníamos usando. Es, por su
potencia y su magnitud, un fenómeno moralmente inaprensible; pero no del
todo, porque EL MAL SE VUELVE SÍMBOLO. Al igual que cuando nos encontramos solos, en la oscuridad de
la niñez, y de ese telón oscuro no paran de surgir formas monstruosas que se
mueven, danzan y se retuercen, la bomba atómica produce una pared de humo demasiado cruel para ser contemplada sin consecuencias. Espíritus errantes y oscuros, desde otros planos, pueblan nuestro corazón. El mal, ese asqueroso insecto, besa los labios de la tierna inocencia, y se aloja en sus entrañas. La bomba atómica simboliza, para nosotros, la
materialización de la idea de la destrucción. Es una metáfora letal, material y
palpable como una nube. Con ella vienen asociados una tormenta de ideales
desoladores y tóxicos, que dominarán necesariamente todo carácter posterior.
Pero este orbe siniestro, como el espejo que devuelve nuestro mismo rostro invertido, proyecta a su vez una gran creación. A la fuerza vomitada desde la profundidad se le opone otra del color de las ideas.
Pero este orbe siniestro, como el espejo que devuelve nuestro mismo rostro invertido, proyecta a su vez una gran creación. A la fuerza vomitada desde la profundidad se le opone otra del color de las ideas.
BOB Y LAURA son formas coherentes de aprehender las pulsiones terribles y
divinas que nos dominan a todos los seres humanos, y peor aún, su propia
conjunción. Lejos de ser dos opuestos aislados, intocables entre sí, están ligados
por lazos de morbosidad, muerte, belleza y amor. Ese gran
conjunto genera, en la profunda realidad humana, la sensación de que todo es un
sueño. Los ojos comienzan a adormecerse, cortinas rojas vibran en el aire.
We live inside a dream.
Marcos Liguori.
Inspirado en Twin Peaks, The Return, Parte VIII, de David Lynch y Mark Frost.
Imágenes: Twin Peaks, The Return, Parte VIII, de David Lynch y Mark Frost.
Música recomendada para leer el texto: Penderecki, Threnody For The Victims Of Hiroshima (usada en el capítulo), Kosmogonia y Cello Concerto N°1; Beethoven, Moonligth Sonata, slowed by David Lynch (usada en el capítulo). Los enlaces estarán temporalmente disponibles en el reproductor del blog.
Muy bueno... Se insinúa bastante en el texo. Todo es muy sugerente. Lynch es un maestro de lo Ominoso.
ResponderBorrar¡Muchas gracias por tu lectura! Totalmente de acuerdo. Lynch profundiza excesivamente en la realidad; la lleva al límite, hacia el horror y la angustia de la pesadilla.
Borrar