(la voluntad de morir)
El demonio puro.
En
la obra de Philiph Mainländer, “Filosofia de la Redención”, vemos expuesto el concepto de demonio puro. ¿A que refiere? Tanto al inconsciente humano como a la voluntad de todo el cosmos. ¿Cuál es
esta? La voluntad de morir. El no ser. El debilitamiento de toda fuerza, el
exterminio.Todas las cosas tienden a morir. El inconsciente humano es ese
deseo y el espíritu un medio para el mismo fin. Para Mainländer, el universo es
la consecuencia de la angustia de Dios. Dios, en su suprema existencia, decidió
darse muerte a sí mismo. Pero Dios no
puede auto-destruirse a voluntad, pues su esencia, su omnipotencia, consiste en
existir. Dios no puede alcanzar el no ser de un modo inmediato. Por tanto, la
forma de destruirse es convirtiéndose en multiplicidad, es decir, en el
universo. Así, el universo adquiere movimiento hacia el no
ser. Nacen los individuos y la única voluntad que los mueve es el anhelo de
Dios, morir. La vida es solo una excusa para debilitar la fuerza divina. Es
decir, nosotros somos el medio, nuestra existencia es el arma que agota la
fuerza divina, teniendo como meta final la nada. Somos un simple objeto que Dios utiliza para
matarse. Nuestro objetivo es
debilitarnos y morir. Somos fruto de la angustia de Dios.
Aquel gran ser, Ofelia
Diosa suprema del universo,
En locura y abandono, -triste, loca y muerta-
Se ahogó en la nada, extasíada de dolor,
En medio de lirios estrellados.
(Dios se extermina, separandose en lo múltiple)
(La teleología del cuerpo es la descomposición y la muerte)
Créase, piénsese, acéptese
o rechácese esta teoría, la usemos a modo de metáfora. Esta nos sirve para
comprender la naturaleza de la existencia. Puesto que es sabido que el
hombre, como todos los animales, nace para morir. Somos el breve lapso
entre dos nadas. Nuestro destino final es el exterminio absoluto de nuestra esencia.
Viviremos y moriremos. Toda nuestra individualidad, nuestros deseos, nuestras
alegrías, nuestras emociones, nuestros amores, nuestros dolores, nuestras ambiciones, nuestros logros, nuestros
fracasos, nuestras verdades y nuestras mentiras, serán devoradas por la
nada. Todo es un medio para la muerte.
La vida es el medio para que se dé la muerte. No hay muerte posible sin vida. Por tanto, necesitamos vivir para
morirnos. Nuestro fin, como individuos,
es morir.
¿No es esta situación lastimera? ¿Vergonzosa? ¿Una burla? ¿Un insulto
del universo? Hemos sido bastardeados, humillados, derrotados. La realidad nos
ha jugado una pésima pasada. Somos
víctimas de la absurda lógica del universo. De los caprichos de un Dios
suicida. Nos arrebatarán todo lo que
vivimos, como si nunca hubiera existido. ¡Maldita nada!
La venganza.
(El asesino de Dios lleva un rosario, cual trofeo)
¿Como es esto
posible? La venganza a la que aspiro, y a la que debemos aspirar, es una
venganza estética. Única espada capaz de
dañar a Dios, a la nada. Mediante el
auto-exterminio estético*, nos damos muerte quitándole al universo la posesión
sobre nosotros. Es como si nos separáramos del paisaje, y nos atreviéramos a
contemplarlo y apropiarnos de su belleza, a nuestros ojos.
Debemos robarle la belleza, cual Prometeo el
fuego, a Dios. Las garras del águila, entonces, serán dulces. La emancipación del sujeto a través de la
belleza, a través de la venganza estética, es el viaje que propongo. ¿El fin? La libertad absoluta. ¿El medio? La belleza. ¿La verdad? La belleza. ¿La moral? La
belleza. ¿El sentido de la existencia?
La belleza.
(Las palabras enmudecen)
El
hombre bello, que aprecia lo bello, y que solo tiene un Dios, o Diosa, la
belleza, en valentía absoluta anuncia:
Todo esto tiene sentido, porque ha sido así para que yo pueda contemplarlo. Dios se crucificó, e impartió el mal por todo
el mundo para que mis ojos observen lo bello de un templo. Dios se mató y me dio una paradójica
existencia. La nada se lo llevará todo.
Pero ¿qué me importa? Eligiría una y mil veces esta lógica absurda con tal de
contemplar como todo desfila frente a mí. Y yo no formo parte de esa danza.
Nadie me mueve. Yo estoy quieto, inmovil, victorioso. Soy dueño de mí mismo. Sólo admiro lo bello,
y no aspiro a nada más que ello, porque no hay nada más sublime a lo que
aspirar. Yo vencí al sol y a la nada
"¿Qué le importa la condena eternaha quien ha experimentado por un segundo lo infinito del goce?" (Baudelaire)
No hay consuelo
Para la razón.
Morirá y eternamente,
Nada será.
Dejemos de cultivarla,
¡Si dichosos ser queremos!
El mundo es de la emoción
Una sola ley
Al universo mueve:
La belleza.
La muerte del ser, y de su preciada consciencia
Es el precio a pagar, en justa alquimia
Por el privilegio de contemplar
Con pecho amoroso
La hermosura.
No hay camino del Ser
La nada se lo lleva todo
Incluso mis bellos y tristes anhelos
Serán devorados por el feroz águila del universo
¿Cómo puede tu rostro, tan hermoso
Aceptar esta cruda verdad?
Parece que ignora, ¡dichoso!
El poder de la inmensidad
Los ocasos son pinturas soñadas
Si el alma sabe que vivirá
La magia nocturna y su cálido viento
¡Pero el sol no me tragará!
Moriré dos veces si es preciso
No se puede matar lo que está muerto.
* Cuando hablo de auto-exterminio estético y de darse muerte, lo hago de
una forma metafórica, no literal. Darse muerte sería dejar de ser movidos por
la lógica del universo, y encontrar en la contemplación y creación de lo bello,
un sentido que haga que nuestra futura muerte y no existencia, sea un precio
justo a pagar por el privilegio de percibir la hermosura.
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