En el anterior texto hablé de la experiencia estética como reivindicadora de la animalidad humana y la emocionalidad que conlleva. Hoy intentaré llevar esa postura a sus máximas consecuencias.
La religión responde a impulsos
principalmente animales. ¿En que se basa esta afirmación? En que la religión es
un modo de enfrentar a la muerte, no de entenderla. Dios es un anhelo animal, no un pensamiento.
Toda religión no es sino una empresa completamente irracional y más cercana a
un profundo afán, el deseo de no morir. Por
tanto, es enemiga de la razón, pues está
basada en quimeras y falacias, creadas por la misma razón para privarse de una
horrorosa verdad que ella comprendió: la mortalidad.
Ante el horroroso vacío,
la razón se destruye, o lo reprime. En cambio la animalidad, valiente,
-movida por una voluntad bestial- crece.
Por tanto, el impulso
animal desea vencer a la muerte logrando imponer su voluntad fuera de todo límite
espacio- temporal. Para ello, no hay necesidad ni es conveniente restaurar el
predominio de las antiguas religiones al mundo posmoderno, no después de los
horrores que ha padecido. Toda religión
“humana”, por más respetable que fuere, no tiene sentido más que por una razón
estética y emocional, por este “impulso” animal que se quiere rescatar en este
texto. Pues si hay algo admirable, útil y valioso que la religión enseña es el enfrentamiento directo con la muerte, y
no la aceptación que la razón recomienda.
En años anteriores de mi vida
afirmaba la necesidad de aceptar la mortalidad como algo humano. Una verdad que cuando se presentaba como
insoportable solo quedaba
reprimirla. Pero estaba completamente
equivocado. La aceptación es imposible,
o es inútil. (véase el texto “La derrota del espíritu caótico"). El hombre debe
enfrentar y vencer a la muerte, no con quimeras, sino con sus propios impulsos
animales.
Para esto, debe someter toda técnica
a su animalidad y darle un sentido completamente emocional. Con esto me
refiero al arte. La religión del animal es el arte. Es la forma de vencer a la
muerte, a todo tiempo y a todo espacio. Es el método de trascendencia por
excelencia, y si se me permite, voy a exagerar tanto como pueda esta situación. El hombre debe desarrollar el dominio de la
tecnología de una manera que esta perdure eternamente.
El Dios Animal
Permítaseme
el fantaseo. Esto tiene un sinfín de consecuencias positivias. Al enfocarse
exclusivamente en la creación artística (material y perdurable), el hombre
vence todo límite temporal, pues después de su muerte ésta sobrevivirá. He aquí el sentido último, la voluntad concluida, el tiempo y el espacio resumidos y sintetizados en una obra que
vence toda limitación del ser. Se trata nada más y menos de la creación de un
Uno, de un Dios eterno, de un monumento que recuerde a la humanidad por los
siglos de los siglos. Para ello, el hombre deberá progresar científica de una
manera inimaginable, pero por lo menos el progreso no será ciego(como lo es hoy
en día) y estará encaminado en un sentido crítico y valorable. La investigación
científica, en cuanto tenga como objetivo el desarrollo epistemológico por sí mismo,
es lastimeramente trivial. ¿Para que
sirve la comprensión de la “verdad” si la raza humana se extinguirá? Toda ciencia es inútil sino está direccionada a la creación artística-estética y a la supervivencia eterna de la voluntad
humana en esa magnifica y última obra de arte.
El hombré deberá, con la ayuda de la técnica, poblar el cosmos y
encontrar una manera de lograr un monumento, un Dios cuya existencia no tenga final.
La vida -biológicamente hablando- es finita, la tecnología y la creación
humana, no.
La muerte del individuo.
(el anhelo de los individuos por retornar a la comunidad, a la madre primitiva perdida.)
Otro aspecto sumamente positivo de este
fantasioso proyecto es la fortaleza de la comunidad humana, aunque se requerirá
de un gran sacrificio, el individuo. Si la creación de un gran Dios es el objetivo
de la humanidad, el ego de cada individuo se perderá en pos de un Uno Eterno, la individualidad se verá exterminada. Toda diferencia se verá superada, porque
ya no habrá aquello que nos separa entre seres humanos: la muerte. La experiencia individual de la muerte es
aquello que impide la comunidad. Actualmente, las sociedades funcionan como
grandes fuentes de energía de las cuales el individuo se nutre para tener
breves lapsos de individualidad, debiendo volver a este artificio madre para
compensar la ganancia o el derecho de dicha soledad con el trabajo que la
mantiene. Toda ley se rige en la
preservación de la vida y toda estado se organiza en pos de la seguridad de sus
ciudadanos, teniendo como principal objetivo posponer la muerte de los
individuos hasta la vejez. Sin embargo, si se estableciera como moral la
creación artística por sobre la evitación temporal de la muerte y todo ser
humano renunciara a su soledad y a su individualidad en pos de este monumento,
en pos de su supervivencia ulterior en esta obra de arte, la comunidad sería
posible. El individuo y el ego serían exterminados, ya el acto de morir no
sería algo privado, pues toda la humanidad -tanto como la que ha vivido en el
pasado como la que vive actualmente y la
que vivirá en un futuro- sería
resucitada o salvada en esta obra de arte. Sería un gozoso Uno, que vaga solitario, por las inmesiades, para
siempre, como recuerdo de que alguna vez
el hombre existió.*
(-Los humanos copian la apariencia de Dios para crear el Evangelion. ¿Es ésta la verdadera meta?-
-Si, los humanos solo pueden ser mortales en este Planeta. Pero EVA puede vivir por siempre con el alma que vive en su cuerpo. Aún después de que pasen 500.000.000.000 años, y que la tierra, la luna e incluso el sol hayan desaparecido, EVA seguirá existiendo, mientras una sola persona quede viva. Aunque estará muy sola, mientras esa persona viva-
-¿Ese será el signo de que los humanos existieron y serán preservados por siempre? (The end of Evangelion))
*Este texto está inspirado en la película "The end of evangelion" como en su pre-cuela, el animé "Neon Génesis Evangelion. También aborda conceptos desarollados por Fiodorov, quién postulaba la inmortalidad y la resurrección de los muertos mediante la técnica.
Marcos Liguori
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